LA COPA
La vio en el suelo, destrozada, partida, fracturada. Recogió los pedazos con delicadeza, buscando que estuvieran todos.
La reconstruyó con paciencia, entereza, con dignidad y cordura. Cuando estuvo perfecta y volvió a lucir hermosa, la depositó otra vez en el estante.
Convencido de que podía volver a soportar el peso de aquel brebaje, y que ya no era vulnerable, la llenó de nuevo. Disfrutó viendo los tonos y matices que copa y vino engendraban juntos.
Ella con la elegancia innata de quién se sabe un cuerpo esbelto; él poderoso, intenso, tenaz, firme, agradable.
La copa rota volvió así a estar completa
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