martes, 21 de julio de 2020

LA DECISIÓN







LA DECISIÓN

No puedo seguir adelante sin ella”. Mientras leía aquellas palabras impresas en el libro que tenía entre sus manos su instinto le decía que era el momento adecuado. Que había que ser valiente. Que los sueños sueños son y si no se lucha, por hacerlos realidad, no se cumplen.
-¿Qué tenía que perder?-se preguntó. Si ya lo había perdido todo.
Julián se levantó. Dejó el libro en la estantería, salió de la biblioteca y emprendió el camino hacia su casa.
Feliz por la decisión que había tomado no se percató de que la seguían. Cuando lo hizo ya era demasiado tarde. Su final estaba escrito o quizás no.
Quién dijo que no podemos cambiar el destino, o que no podemos elegir entre las distintas opciones que se nos presentan.
Nunca te has preguntado qué habría pasado si en lugar de una decisión hubieras tomado otra. He aquí la respuesta:
Julián se dio la vuelta al escuchar pasos detrás de él, normalmente no hubiera dado importancia a ese hecho, pero en la calle, a esas horas de una tarde de invierno no había nadie y el ruido de alguien andando tan cerca de él, le pareció extraño.
Fue demasiado tarde, porque no le dio tiempo a esquivar el golpe que recibió en la cabeza y que lo dejó sin sentido en medio de la acera.
No notó como le registraban los bolsillos para buscar algo que el individuo que lo atacó parecía tener muy claro que era. Tampoco sintió la patada en el costado que le propinó al no hallar el ansiado objeto.
Cuando volvió abrir los ojos tenía un dolor de cabeza terrible, y un sonido persistente se le metía en el cerebro, ese bip insoportable no paraba, se dio cuenta de que era la máquina que controlaba sus latidos. Estaba en el hospital.
En la butaca del fondo, dormida, había una preciosa mujer, menuda, de tez tostada, su sueño parecía inquieto, y su cara reflejaba el agotamiento y la tensión como si hubiera pasado por un auténtico calvario. Le gustó desde el primer momento, pero no la conocía.
Sintiéndose observada, abrió los ojos, 
--Julián, has vuelto por fin- suspiró aliviada.
Pero él la miró sin comprender.





En otra dimensión, Julián vivía su destino así:
Se levantó. Dejó el libro en la estantería, salió de la biblioteca, sacó su móvil y pidió un taxi, cinco minutos después cruzaba la Gran Vía dirección a su casa.
Llegó a su destino antes de lo esperado, porque a esas horas de la tarde y en invierno, el tráfico era escaso. Le asaltó el temor de no ser bien recibido, pero lo contuvo, llamó a la puerta, le temblaban las piernas. La mujer que abrió era menuda, de tez tostada, su cara reflejaba el agotamiento y la tensión como si hubiera pasado por un auténtico calvario.
-Lo siento, dijo él
-Lo siento, dijo ella
Se fundieron en un abrazo, un abrazo que habían esperado años y que ninguno se atrevió a pedir al otro.  Porque el orgullo es mal consejero.
Si el destino no hubiera puesto aquel libro en sus manos, probablemente ahora no estarían juntos.
O tal vez sí, quién sabe, porque las almas gemelas no se sueltan ni con las vueltas que da la vida. Nunca sabemos lo que el destino nos tiene preparado

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